Ciudad de oros,
moriscos y brisas.
Ingenuas calles
repletas de pícaros andares.
Sonrisas escondidas
tras las esquinas
de La Giralda.
Violines trovadores
que junto a
sabores afrutados
acompañan nuestros paseos.
Un abrazo andaluz,
una caricia sevillana.
Hasta en las calles sombría
hay un alma "encendía".
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